Ensalada de la buena suerte.
El primer día del año, por tarde que me haya acostado la noche anterior, suelo levantarme pronto porque me gusta escuchar (y ver, a ratos) el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Aunque algún día conseguiré entradas para disfrutarlo en directo, tampoco ha sido posible en esta ocasión, en la que ni siquiera pude escucharlo.Con la música retumbando por toda la casa, voy preparando una comida sencilla, que nos haga olvidar un poco la resaca, los excesos, pero que nos deje un agradable sabor a día de fiesta.
Y de esa idea nació, hace unos años, esta ensalada sabrosa, que tomamos como plato único, y que no vuelvo a elaborar en todo el año.
Preparar los ingredientes al compás de los valses es quizá la tarea más agradable del día, aunque lleva su trabajo, como la mayoría de las cosas bien hechas.
Lo más costoso es desgranar una preciosa granada, ingrediente básico si queremos que la ensalada sea de la suerte. Hay que hacerlo con guantes, o se quedarán los dedos ennegrecidos. Después se lavan las verduras de hoja, endibias, lechuga, espinacas muy tiernas, y se cortan en juliana (palitos largos y estrechos) las zanahorias y los tallos de apio. Al pelar el aguacate hay que andar con mucho ojo, pues es la fruta más resbaladiza que conozco. Lo corto en tacos y, en un bol, lo rocío con zumo de limón, para que no pierda el aspecto ni el gusto. Cuando ya están las verduras y frutas cortadas y listas, preparo una vinagreta suave, con aceite de oliva, vinagre balsámico, cebollino y perejil picados, sal y pimienta (poca sal y poca pimienta).
Un rato antes de sentarnos a comer, en una preciosa y honda fuente, pongo una base de hojas de endibias bien lavadas, que salgan un poco las puntas por arriba, unas hojas de lechuga apenas troceadas, el aguacate, zanahoria y apio, la granada, un puñado de brotes de soja y las hojitas de espinacas cortadas muy pequeñitas. Justo en el momento de sacar la ensalada a la mesa, rocío la vinagreta, y a comer.
Lo ha copiado michelín
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